sábado, 28 de mayo de 2016

LA ACTITUD COMO MANIFESTACIÓN DE LO QUE SOMOS

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     Todos los seres humanos, desde el momento de su gestación, poseen una carga socioafectiva que va desarrollándose a lo largo de la vida y se encuentra estrechamente ligada con la personalidad del individuo y su manera de afrontar las diferentes situaciones que se presenten a lo largo de la vida. A su vez, esa manera de accionar está influenciada por nuestras ideas, valores, conocimientos previos, considerando que existe también una base genética para ello.
     De acuerdo con lo expuesto anteriormente, cada persona posee un constructo de características que determinan el carácter de los sujetos, que van desde la fisiología propiamente dicha, hasta los conocimientos y experiencias previas. De todo ello, deriva la concepción de actitud, la cual, según Rodrìguez (1977), “es una organización duradera de creencias y cogniciones en general, dotada de una carga afectiva a favor o en contra de un objeto social definido, que predispone a una acción coherente con las cogniciones y afectos a dicho objeto”. Es decir, que la actitud, implica una reacción ante un estímulo o situación específica en un momento determinado, por lo cual se puede asume que actitud y conducta son elementos vinculados entre sí.
     En este sentido, han sido diversos los estudios y escritos con respecto a la actitud. De hecho, se ha tomado la actitud como punto de partida para el análisis de la conducta humana, pues, las actitudes son el reflejo de nuestra forma de ser, de ver el mundo y se manifiestan en nuestro accionar.
     Vallerand, señaló en 1994 que la actitud puede ser identificada de la siguiente manera:
a) es un constructo o variable no observable directamente; b) implica una organización, es decir, una relación entre aspectos cognitivos, afectivos y conativos; c) tiene un papel motivacional de impulsión y orientación a la acción -aunque no se debe confundir con ella- y también influencia la percepción y el pensamiento; d) es aprendida; e) es perdurable; y, f) tiene un componente de evaluación o afectividad simple de agrado-desagrado.

    Es decir, que la actitud puede ser o no observable y está determinada por factores intrínsecos y extrínsecos que implican procesos fisiológicos, cognitivos, afectividad y experiencias sociales. Ejemplo de ello es la actitud asumida por un estudiante de educación especial, con una condición de autismo que manifiesta una actitud agresiva ante determinadas situaciones de estrés y presión social. Es evidente que hay un componente fisiológico en donde existe una alteración neurológica que determina la condición de autismo, sumado a la falta de control y manejo emocional que pueda tener, sus limitados intereses en cuanto a la manifestación del afecto o rechazo ante personas y situciones, todo esto sumado  a un escenario en el que el estudiante no se siente “cómodo”, llevan a que deriven el él ciertas conductas y actitudes que para el entorno social son inadecuadas, pero, que en él como sujeto, representan un mecanismo de defensa ante la situación que le desencadena estrés.
     En el ejemplo anterior se evidencia cómo se conjugan diferentes elementos para dar paso a que se manifieste una actitud determinada.
     Además, otros dos aspectos que se suelen integrar en los fenómenos actitudinales son: a) su carácter definitorio de la identidad del sujeto; y, b) el ser juicios evaluativos, sumarios accesibles y archivados en la memoria a largo plazo (Zimbardo y Leippe, 1991). Es decir, que además de derivar de los elementos fisiológicos, emocionales y sociales, la actitud permite inferir acerca de la personalidad de un sujeto.
     Ejemplo de ello es el de aquellas personas que no se ríen ante un chiste, que para la mayoría puede ser gracioso. La seriedad ante la situación de chiste, es una actitud, y quienes rodean al sujeto en ese momento podrían pensar que está de mal humor, pero quien lo conoce, simplemente entenderá que es una persona seria, y eso puede observarse en la actitud asumida en ese momento.
     De acuerdo con los conductólogos, las actitudes pueden ser condicionadas. Según el paradigma del condicionamiento instrumental, una respuesta que forma parte del repertorio comportamental del sujeto puede ser reforzada. Así, aquellas respuestas que vengan acompañadas de consecuencias positivas para el sujeto tenderán a ser repetidas en mayor medida que aquellas que conduzcan a consecuencias negativas (Stroebe y Jonas, 1996).
     Un estudio clásico es el de Verplanck (1955) que encontró que el refuerzo verbal a través del reconocimiento diferencial de las opiniones de los sujetos producía una mayor frecuencia de declaraciones de opinión cuando éstas eran reforzadas positivamente.
     De acuerdo con lo planteado, las personas, pueden adecuar sus actitudes y adaptarlas a fin de asumir una postura operativa dentro de su entorno inmediato.
     De igual modo, es importante referir que las conductas están vinculadas a otros aspectos caracteriales como son: los valores, las opiniones, las creencias y los hábitos. En el primer caso, la relación actitudes – valores, nos permiten apreciar de manera positiva o negativa los acontecimientos que nos rodean. En el segundo caso, actitudes – opiniones nos permite emitir conceptos de acuerdo o desacuerdo ante diversos planteamientos. En el tercer caso actitudes – creencias consiste en el ejercicio de una actitud respondiendo a una convicción específica con respecto a un objeto o a una realidad; y la última relación actitudes – hábitos, se refiere a que tanto los hábitos como las actitudes son relaciones conscientes, aunque los últimos trascienden del ejercicio consciente al ejercicio mecánico de una acción determinada.
     Para concluir, es importante señalar que nuestras actitudes influyen directamente en nuestro proceso de socialización, en el ejercicio profesional, en el resguardo y cuidado personal; en fin, en todas las dimensiones de nuestra vida. Una actitud adecuada y positiva, nos permitirá ser adultos operativos y asertivos, con habilidades sociales que nos conduzcan al éxito personal.

 
    
FUENTES



jueves, 19 de mayo de 2016

EL CEREBRO Y LAS ADICCIONES


EL CEREBRO Y LAS ADICCIONES
     El ser humano es conocido dentro de la biodiversidad como el único ser vivo racional y pensante, influenciado por elementos internos como la genética y la fisiología y externos, como la religión, la sociedad, los valores, etc. En este sentido, existe dentro de la complejidad del cuerpo humano, un órgano, cuyas funciones representan el eje central del funcionamiento del organismo: El cerebro, el cual es definido por la Universidad Javeriana de Bogotá  como “una muy compleja maquinaria biológica que contiene millones de neuronas”. Se puede complementar este concepto con el descrito por el Dr Alzina (2011) quien señala que “el cerebro es el soporte físico a través del cual se objetivan las funciones de la mente, y se expresan, según los casos, diferentes grados y profundidades de conciencia”. En este sentido, se infiere que esta compleja estructura es la responsable de nuestras acciones conscientes –e inconscientes-; y por tanto influye en nuestro funcionamiento físico, emocional y social.
     Es importante señalar, que este órgano no funciona de manera independiente, sino que forma parte del Sistema Nervioso Central, que, según la medicina “es el entramado de tejidos que se ocupa de capturar y procesar estímulos para que el cuerpo pueda concretar una interacción eficaz con el medio ambiente”; permitiendo afirmar que es este sistema el encargado de recibir los estímulos del entorno, y permitirle al organismo reaccionar ante ellos. Este importante sistema, está constituido por otros órganos de vital importancia, como lo son: el cerebelo, la médula espinal y el bulbo raquídeo, los cuales, conjuntamente con el cerebro, cumplen una serie de funciones de vital importancia para el hombre. Dentro de este sistema, se dan además algunas funciones químicas que influyen en el correcto desempeño del sujeto dentro de su entorno social, además de ser indicadores del funcionamiento óptimo del organismo.
     Pese a ser de vital importancia los aspectos anteriormente mencionados, el tema que nos ocupa, es el referido al cerebro en sí y su relación con las diferentes adicciones a las que está expuesto el hombre (y la mujer) en la actualidad.
    En primer lugar, es necesario definir lo que son las adicciones. De acuerdo con el Instituto Mexicano del Seguro Social, La adicción “es una enfermedad primaria, crónica con factores genéticos, psicosociales y ambientales que influencian el desarrollo del sujeto. La enfermedad es frecuentemente progresiva y fatal”. Como se evidencia en la anterior definición, la adicción es considerada una patología ya que generan en las personas una dependencia parcial o total de alguna sustancia. En este sentido, Guerrero afirma que únala adicción “es enfermedad crónica caracterizada por la búsqueda y el uso compulsivo de una sustancia a pesar de saber los daños que ocasiona”.  De igual modo, el IMSS señala que para una adicción ser calificada como tal, debe cumplir con los siguientes parámetros: episodios continuos o periódicos de  descontrol sobre el uso; uso a pesar de consecuencias adversas, y distorsiones del pensamiento, siendo la más notable la negación. Es decir, que la persona adicta, puede o no tener conciencia sobre su adicción, sin embargo tendrá dificultad para aceptar que tiene un problemas de salud mental y física; situación que por sí mismo no puede resolver; requiriendo, en la mayoría de los casos ayuda profesional para superar o controlar su adicción.
     En segundo lugar, el cerebro de una persona adicta presenta ciertas diferencias con el cerebro de una persona que no presenta ningún tipo de dependencia a alguna sustancia. En este sentido, Guerrero explica que el cerebro empieza a adaptarse a la sustancia y aparecen los primeros signos de dependencia. La adicción se considera una enfermedad del cerebro, porque las drogas modifican la química, la estructura y el funcionamiento de ese órgano generando impacto en todas las dimensiones de la vida del sujeto.
     Existen investigaciones que muestran que la tolerancia a las drogas u otras sustancias pueden generar cambios muy profundos en las neuronas y en los circuitos cerebrales. De acuerdo con lo expresado por la Casa Caixa, las drogas actúan sobre el sistema límbico, que está en la parte más interna del cerebro, y provocan una sensación artificial de placer. Sin embargo, el cerebro no está preparado para recibir estos estímulos. El uso repetido de drogas afecta al funcionamiento del sistema límbico e inicia el proceso de adicción.
     Las consecuencias se dejan sentir también en el córtex, y afectan al control racional de la conducta. Al llegar a este punto, la adicción se consolida.
     En este sentido, Casa Caixa señala que el córtex cerebral se encuentra en la superficie del cerebro y es la estructura de mayor importancia, y para el control de la conducta. El sistema límbico se encuentra en capas más profundas del cerebro y es responsable del control de la vida instintiva y emocional. Por lo tanto, los mecanismos de autocontrol ante la necesidad del consumo de las sustancias, así como de los efectos de estas sobre el comportamiento se ven disminuidos.
     En palabras más sencillas, el sistema límbico es el responsable del inicio de las adicciones. Las primeras dosis de droga estimulan los centros de recompensa en el sistema límbico y producen un efecto placentero. Sin embargo, la administración repetida de una droga produce cambios en el sistema límbico que alteran los circuitos cerebrales de recompensa (Casa Caixa, 2016).
     De igual modo, el córtex desempeña un papel clave en la consolidación del proceso adictivo. La actividad del córtex disminuye de manera progresiva durante el consumo repetido de drogas, de modo que se produce una pérdida del control racional que ejerce esta estructura sobre la conducta (Casa Caixa, 2016).
     En este sentido, se puede afirmar que el impacto del consumo de drogas sobre el cerebro se hace evidente en la conducta social del sujeto. Una persona que se encuentra frecuentemente bajo los efectos de alguna sustancia, tiende a ejercer conductas no operativas, que afectan su adaptación en el entorno inmediato, así como sus relaciones interpersonales. De hecho, existen drogas que tienen fines terapéuticos, que, consumidas con moderación, coadyuvan al tratamiento de enfermedades específicas. Sin embargo a largo plazo, pueden generar dependencia a las mismas.
     De acuerdo con lo explicado por Manes (2014), uno de los descubrimientos más notables de las neurociencias ha sido la determinación de los circuitos de recompensa, los cuales son mecanismos de placer que involucran diferentes regiones cerebrales que se encuentran comunicados mediante los neurotransmisores, tal como la dopamina, que es el neurotransmisor involucrado en la motivación, el placer, la memoria y el movimiento, entre otras funciones.
     El mismo autor refiere que en el cerebro, el placer se produce a través de la liberación de la dopamina en el "núcleo accumbens", una región a la cual los neurocientíficos llaman el "centro de placer del cerebro". Justamente la acción de una droga adictiva funciona a partir de la influencia en ese sistema.
     Es importante resaltar que, muchas personas adictas, conocen los efectos nocivos de las drogas sobre su organismo. Tienen conciencia del daño físico, social y emocional que la acción de consumir dichas sustancias, tiene sobre su vida. Sin embargo continúan el consumo, siendo cada vez más tolerantes a las dosis administradas, las cuales, generalmente van aumentando en la medida en la que el efecto deja de sentirse con la misma intensidad que al principio. Es decir, que si un sujeto consumía unos pocos gramos de cocaína al día, pasado el tiempo, requerirá mayores dosis en periodos de tiempo más cortos para generar el efecto deseado.
     Los efectos que provocan las drogas son diferentes sobre nuestro sistema nervioso según los distintos tipos de drogas consumidas: unas son excitantes y otras, depresoras; unas aceleran nuestro funcionamiento mental, con el riesgo de aumentar los errores, y otras lo lentifican o lo distorsionan; otras producen alucinaciones o cambios en la percepción de la realidad.
          Un aspecto importante que debe señalarse es que el período de mayor vulnerabilidad para el inicio en el consumo de drogas es la adolescencia. En este sentido, la Dra. Medina afirma:  “toda la parte del cerebro que es responsable del juicio, raciocinio y control de la conducta se desarrolla hasta los veintitantos años. Como los adolescentes suelen tomar sus decisiones a partir de las emociones y no del juicio y el raciocinio, es más probable que abusen de las sustancias”. De igual modo señala que el problema principal es que en esa etapa de desarrollo el cerebro es mucho más vulnerable. La adolescencia es una época en la que se están desarrollando todas las conexiones y exponer el cerebro a las drogas a esa edad tiene consecuencias mucho más dañinas.
     En este orden de ideas, se puede afirmar que en la edad adulta, los efectos del consumo de drogas suelen ser menos agresivos que durante la adolescencia. Muchos de estos jóvenes que se inician en el consumo de drogas antes de finalizar la pubertad, suelen tener mayores dificultades para superar su adicción.
     Una de las áreas del cerebro que continúa madurando durante la adolescencia es la corteza prefrontal—, la parte del cerebro que nos permite evaluar situaciones, tomar decisiones acertadas y mantener nuestras emociones y deseos bajo control. El hecho de que esta parte crítica del cerebro de los adolescentes esté todavía en progreso los expone a un mayor riesgo de tomar malas decisiones, como probar drogas o seguir consumiéndolas. Además, la introducción de drogas durante este período de desarrollo puede causar cambios en el cerebro que tienen consecuencias profundas y duraderas (Instituto Nacional del Abuso de Drogas).
     En conclusión, es mucho el material existente en sobre el consumo de drogas y su relación con el cerebro. Sin embargo se puede apreciar una síntesis de los aspectos de mayor relevancia en cuanto a esta problemática que tanto afecta a la sociedad desde épocas pasadas.
     Siendo el cerebro, el centro de muchas de nuestras funciones; la alteración que se produce en su estructura y su composición química a raíz de la administración no controlada de diversas sustancias, desencadena una serie de consecuencias que inciden en todas las dimensiones de la vida. Sin embargo, este es un problema que tiene solución, ya que las adicciones, afortunadamente pueden ser tratadas, considerando que en sí, son conductas aprendidas, y todo aquello que se aprende, se puede desaprender, siempre y cuando la fuerza de voluntad, sumada a un adecuado abordaje médico y psicológico, de la mano con el apoyo familiar; se hagan presentes de manera oportuna, y no cuando la adicción ya ha consumido la vida de la persona dependiente.




FUENTES CONSULTADAS
http://www.hablemosdedrogas.org/es/lasdrogasfenomenosocial
http://www.comoves.unam.mx/assets/revista/177/el-cerebro-adicto.pdf
http://www.lanacion.com.ar/1664901-el-cerebro-adicto

Profesora Leidy Hernàndez




martes, 10 de mayo de 2016

NEUROPSICOLOGÍA EN EL CAMPO EDUCATIVO CEREBRO - INTELIGENCIA ESPACIAL - DIBUJO TÉCNICO

El cerebro,  es el órgano más voluminoso del encéfalo. Está formado por dos hemisferios cerebrales, divididos por un surco medio, y es una masa de tejido gris-rosáceo compuesto por unos 100.000 millones de células nerviosas, conectadas unas con otras y responsables del control de todas las funciones mentales. Además de las neuronas, el cerebro contiene células de soporte, vasos sanguíneos y órganos secretores. Este importante órgano ejerce el control de casi todas las actividades vitales necesarias para la supervivencia, así mismo recibe e interpreta las innumerables señales que se envían desde el organismo y el exterior; rige los movimientos voluntarios y el desarrollo de las facultades intelectuales como pensamiento, memoria y aprendizaje.
Desde el mismo instante en que nuestro cerebro inicia funciones bilógicas comenzamos a percibir el mundo exterior y con estas percepciones se inician nuestros más primitivos procesos de aprendizajes generando cada día de nuestra evolución respuestas adaptativas que se instauraran para que vallamos avanzando a lo largo de nuestro desarrollo como individuos, el asunto está en cómo percibimos y de qué manera generamos estos procesos a nivel cerebral sin dejar a un lado los hechos de que cada uno posee una carga genética y se desenvuelve en un medio sociocultural. El 80% de la parte superior de nuestro cerebro lo comprende la corteza cerebral y es donde se llevan a cabo funciones como pensar, resolver problemas, analizar, crear, sintetizar entre otra serie de tareas complejas que están directamente relacionadas con la memoria, el aprendizaje y la inteligencia que son el punto neurálgico de los procesos de enseñanza aprendizaje en el campo de la educación; Pues está muy clara la relación que guarda la neuropsicología en el campo educativo ya que esta ha dejado grandes aportes en la creación de distintas teorías que reflejan estos procesos.
Algunas teorías Cognitivas definen la inteligencia como la capacidad de procesar racionalmente la información destacando funciones de razonamiento y funcionamiento lógico. Sin embargo Gardner en 1985 propone la teoría de inteligencias múltiples con una clasificación de 8 tipos de inteligencias lo que lleva  a que la inteligencia no sólo se reduce a lo académico sino que es una combinación de todas las inteligencias desde esta perspectiva las inteligencias actúan de manera especificas pero son parte de un todo funcional. Dentro de la que se destacan lógico-matemática hace uso del hemisferio lógico del cerebro y pueden dedicarse a las ciencias exactas. De los diversos tipos de inteligencia, éste es el más cercano al concepto tradicional de inteligencia. Lingüística que se da en un área específica del cerebro llamada “área de Broca” y esta implica capacidad para comprender el orden y el significado de las palabras en la lectura, la escritura y, también, al hablar y escuchar. Musical presente en ciertas áreas del cerebro desempeñan papeles importantes en la percepción y la producción musical. Éstas, situadas por lo general en el hemisferio derecho. Inteligencia naturalista, Inteligencia  corporal, intrapersonal e interpersonal en la que los lóbulos frontales desempeñan un papel central y la Inteligencia espacial presente en  las personas que puede hacer un modelo mental en tres dimensiones del mundo o en su defecto extraer un fragmento de él, se hace presente con el predominio del hemisferio derecho destacando la capacidad para presentar ideas visualmente, crear imágenes mentales, percibir detalles visuales, dibujar y confeccionar bocetos.
Esta última se hace presente en los procesos eficientes de la comprensión del dibujo técnico pero viene educándose desde la primera infancia cuando en el preescolar a los niños se les enseña lateralidad, derecha, izquierda arriba, abajo adelante y atrás como generalidades inmersas en esta etapa del aprendizaje lo que indica que cada uno de los hemisferios inician su construcción en la infancia y continua durante el desarrollo en la adolescencia y así a lo largo de su vida. La percepción espacial en el hombre se ha reflejado desde la prehistoria cuando representaban de forma lineal y bidimensional lo que percibían de un mundo tridimensional compuesto por alto ancho y profundidad lo que indica que los objetos serán captados por el ojo humano dependiendo desde el ángulo en que se miren, de allí la importancia en la representación de las perspectivas en esta asignatura ya que permitirá desarrollar esta habilidad pues es un proceso en el que la memoria guarda diferentes vistas de lo real para armarlo y componerlo en un todo a representar y así poder manifestar una visión más cercana a su mundo;  esto no implica que en la adolescencia sólo los jóvenes con predominio del hemisferio derecho serán capaces de comprender una asignatura como el dibujo técnico pero si es importante para el docente hacer uso de estos conocimientos para poder guiar estos procesos representativos de nuestra percepción real y tridimensional de lo que vemos a lo bidimensional haciendo uso eficaz de estrategias pedagógicas que permitan independiente del individuo cumplir con las competencias mínimas exigidas pero considerando siempre que hay una base neurobiológica que será determinante en la facilidad para comprender y reproducir lo aprendido.
Esto nos da una mirada franca en el recorrido escolar de una persona desde la etapa inicial de su educación hasta la básica en la que se promueven distintas áreas con el fin de promover y estimular el desarrollo de habilidades y destrezas en un sujeto para que sea capaz de integrar sus funciones cognitivas de manera eficaz en diversas áreas integrando toda la estructura cerebral.

Miriam Terán

El color de las flores

La Psiconeurologìa: Una Herramienta para el Aula de Educación Especial

Resultado de imagen para Sindrome de Down  La Educación Especial, es el conjunto de acciones de índole pedagógico, tendientes a desarrollar en los niños, jóvenes y adultos con alguna discapacidad, habilidades y competencias a través de estrategias individualizadas y adaptadas a la realidad de cada persona.
     Para alcanzar los diferentes aprendizajes, la persona que requiere atención educativa especializada, a su vez necesita el apoyo de otras disciplinas como la Medicina, la Psicología, la Pedagogía, entre otras. Sin embargo, existe una disciplina que es inseparable de la Educación Especial: La Psiconeurologìa.
     En este sentido, se puede afirmar que la Psiconeurologìa es una neurociencia que estudia las relaciones entre el cerebro y la conducta, tanto en sujetos sanos como en quienes han sufrido algún tipo de daño cerebral (Kolb y Whishaw, 2003; Rains, 2003).
     En el aula de Educación Especial, esta disciplina es aplicada principalmente para fines de diagnostico, ya que para poder llevar a cabo el abordaje pedagógico de una persona con necesidades educativas especiales, es necesario conocer si existe alguna lesión cerebral o alteración neurológica que interfiera en el proceso de enseñanza - aprendizaje y asì desarrollar las acciones necesarias para el tratamiento e intervención de la persona de manera temprana y evitar daños o deterioros mayores.

A traves de la Psiconeurologìa, antes de los seis años existen indicadores de riesgo de disfunción cerebral, que pueden alertar sobre la conveniencia de una intervención neuropsicológica más específica:
- Retraso en la adquisición del lenguaje
- Trastornos atencionales
- Retraso psicomotor y dispraxia
- Trastorno en la definición de la lateralidad ∙
- Deficiente orientación espacial ∙
- Hiperactividad ∙
- Dificultad para articular sonidos ∙
- Dificultad para establecer adecuadamente asociación sonido-letra ∙
- Ausencia de conciencia fonémica ∙
- Pobre capacidad para dibujar ∙
Trastornos conductuales ∙
- Presencia de antecedentes familiares de dificultades de aprendizaje


Resultado de imagen para educacion especial Fin educativo: no sólo se refiere a los escolares con algún tipo de disfunción cerebral, sino también a los que no presentan problemas de conducta ni rendimiento deficitario, con el fin de conocer mejor sus posibilidades educativas y aprovecharlas al máximo. La evaluación neuropsicológica del daño cerebral en niños no excluye la posibilidad de realizar un diagnóstico en los que no tienen lesión o disfunción clara, pero presentan signos de inmadurez o alteraciones instrumentales en sus aprendizajes.


El aporte de la neuropsicología infantil a la educación La educación especial ha cambiado en las últimas décadas. Ha transitado de específica –basada en la idea del déficit y diseñada especialmente para el sujeto deficiente y discapacitado en edad escolar– a comprensiva e integradora –basada en la noción de necesidad educativa especial–. Ésta indica que el niño con algún problema de aprendizaje a lo largo de su escolaridad requiere una atención educativa diferente y más recursos que sus compañeros de igual edad. Con el fin de dar respuesta a la diversidad, a las diferencias individuales y a las necesidades educativas de los alumnos, se propone la enseñanza adaptativa; aquí, el nexo con la neuropsicología infantil resulta de vital importancia y brinda la posibilidad de precisar los apoyos que requieren los niños para una escolaridad exitosa. El término “niños con necesidades educativas especiales” (nee) es un constructo teórico-pedagógico utilizado para apoyar la atención de infantes con dificultades de aprendizaje en un modelo de intervención estrictamente educativo. Su carácter interactivo significa un avance substancial en el campo epistemológico y en el pedagógico; representa la más clara concreción de los ideales de una escuela para todos. El concepto de nee no excluye ni intenta sustituir, y menos negar, la terminología clínica de las diferentes discapacidades. El aprendizaje escolar constituye un proceso complejo y sobre él pueden influir diversos factores, entre ellos: el nivel de preparación del niño para la escuela durante su paso por el jardín de infantes; el grado adecuado de formación del interés hacia los estudios escolares; los conocimientos y las habilidades generales y particulares del niño; y sus contactos y la comunicación con pares y adultos.
Fuente: http://www.redalyc.org/pdf/802/80212412011.pdf
Profa. Leidy Hernàndez,
Docente Especialista.

fragmento 3 escritores de la libertad

La Resiliencia

         La Resiliencia

Uno de los conceptos que ha recibido más atención en la psicología de los últimos años es el de “resiliencia”. Básicamente, hace referencia al grado de “dureza psicológica” de una persona ante eventos estresantes y a su capacidad para resistir y afrontar adecuadamente la adversidad. Las personas con una alta resiliencia son capaces de adaptarse a circunstancias que pueden suponer un desafío, movilizando una amplia gama de recursos cognitivos y emocionales con los que atender a los retos que se les plantean.
En este sentido, se trata de personas que pueden identificar cuáles son las demandas que plantea un evento potencialmente estresante, que cuentan con estrategias adecuadas de solución de problemas y que, de manera flexible, consiguen ajustar su respuesta emocional a lo que requieren los acontecimientos, por ejemplo, generando emociones positivas y manejando adecuadamente las negativas. Es decir, personas que a pesar de haber pasado por experiencias potencialmente dolorosas y traumáticas, como una enfermedad grave, eventos y situaciones en los que se han visto en peligro o circunstancias interpersonales y sociales adversas, han logrado salir adelante, muchas veces fortalecidos.
Es indiscutible que la amplia atención que está recibiendo hoy en día el concepto de “resiliencia” tiene mucho que ver con las circunstancias en las que se encuentra nuestra sociedad. Partiendo de allí y en la medida de lo posible, el bienestar debería enseñarse en la escuela porque sería un antídoto contra la incidencia apabullante de la depresión, una forma de aumentar la satisfacción con la vida y una ayuda para aprender mejor y practicar el pensamiento creativo.   Martin Seligman.

La resiliencia en la escuela
Tradicionalmente, en la escuela ha predominado la detección de defectos (dichoso bolígrafo rojo) en lugar de la identificación de fortalezas, sobre todo a nivel estrictamente académico. Pero para promover la resiliencia se han de favorecer climas emocionales positivos y optimistas en los que el alumno se sienta seguro y responsable, sin estar ello reñido con la debida exigencia. Esta escuela resiliente proactiva ha de contar con docentes que sepan acompañar el proceso de evolución personal de sus alumnos y que acepten y sepan gestionar la diversidad y la complejidad de las relaciones entre los distintos colectivos (profesores, alumnos o familias).
La resiliencia se trata de un aprendizaje que puede darse durante  toda la vida y, más allá de las particularidades de cada uno, todos podemos aprender a ser resilientes. Y de la misma forma, todos los niños, independientemente que estén inmersos en problemas o no, pueden beneficiarse de los programas educativos que promuevan la resiliencia, capacidad imprescindible no sólo para el desarrollo exitoso del alumno sino también del docente.

La base cerebral de la resiliencia
Las investigaciones han demostrado que la mayor capacidad para sobreponerse a la adversidad proviene de una mayor activación de la región izquierda de la corteza prefrontal respecto a la región derecha. Una persona resiliente puede llegar a activar hasta treinta veces más su región prefrontal izquierda que otra con baja resiliencia (Davidson, 2012). Además, las personas que se recuperan rápidamente de las adversidades muestran conexiones más fuertes (más materia blanca) entre la corteza prefrontal y la amígdala (ver figura; Davidson, 2012). La corteza prefrontal atenúa las señales emitidas ligadas a las emociones negativas de la amígdala y, de esta forma, permite al cerebro planificar sin la distracción de las emociones negativas (Kim y Whalen, 2009). No hemos de olvidar que el desarrollo de las funciones ejecutivas está ligado al proceso neurocognitivo de maduración del lóbulo frontal que se alarga más allá de la adolescencia.

Cultivando la resiliencia
A continuación, se enumera algunos factores que se cree que se debe fomentar en el proceso de construcción de la resiliencia en el aula. Aunque se puede utilizar la hora destinada a la tutoría para realizar actividades para mejorar la resiliencia, cualquier oportunidad es válida para impulsar este proceso y esto se puede dar en cualquier asignatura. Como se  comento anteriormente, el beneficio será general, independientemente que el alumno se encuentre ante una adversidad o no. 
·  Siempre positivos. Tradicionalmente la educación se ha restringido a detectar y remarcar los aspectos negativos del alumnado (el subrayado con bolígrafo rojo que se comento antes) en detrimento de los positivos. Pues bien, una educación orientada a mejorar la resiliencia tendría que optimizar las fortalezas y virtudes del alumno que le permitan adoptar una actitud positiva. Independientemente de los condicionamientos genéticos, se puede aprender a ser más optimista e interpretar las dificultades como retos. De lo contrario, las creencias negativas pueden condicionar el aprendizaje adecuado.
·  En la clase se ha de respirar seguridadEl profesor ha de generar en el aula un clima emocional positivo y seguro que permita al alumno sentirse respetado, apoyado y querido. La puerta abierta a la esperanza que supone la plasticidad cerebral ha de generar siempre en el docente expectativas positivas sobre sus alumnos (efecto Pigmaliónpositivo). Además, los alumnos no han de ser meros elementos pasivos del aprendizaje, sino que han de ser protagonistas del mismo y han de participar en las decisiones que se tomen en el aula.
·  Las relaciones siempre sanas. Se ha de fomentar las relaciones entre compañeros en las que predominen la comunicación, el respeto, la empatía y la cooperación, en detrimento de la competición. Cuando se da importancia a estos aspectos socioemocionales, que por otra parte son imprescindibles en la formación del ciudadano del mañana, y se fomenta el trabajo colaborativo, es más sencillo resolver los conflictos que puedan surgir y se facilita aprendizaje. Nuestro cerebro es social y la promoción de la resiliencia es una tarea colectiva (Forés y Graells, 2008).
·  El cambio es posibleComo la vida constituye un proceso de transformación continuo, en el aula hemos de aceptar y suscitar un pensamiento crítico y creativo que permita visualizar nuevas posibilidades. Las ideas novedosas y diferentes facilitan el progreso y abren un mundo lleno de esperanza.
·  Todos nos equivocamos. Cuando se asume con naturalidad que el error forma parte del proceso de aprendizaje, aprendemos a tomar decisiones con determinación. Se disfruta el proceso y no nos afecta negativamente el no obtener un determinado resultado porque sabemos que el análisis de la situación nos permitirá mejorar.
·  Fomentemos la autonomíaEl alumno ha de aprender a ser autónomo y saber distanciarse de opiniones negativas que le puedan perjudicar. Para ello es imprescindible su mejora en la autorregulación emocional y, en concreto, es muy importante la técnica del autorrebatimiento que permite, mediante el diálogo interno, analizar y relativizar el sentimiento provocado por una emoción negativa. La mejora del autocontrol ayuda en la lucha contra el tan temido estrés crónico (Lantieri, 2009).
·  ¡Sonríe, por favor! Cuando somos capaces de relativizar las situaciones con sentido del humor, mejora nuestro bienestar. Aunque es difícil demostrar que el humor tiene beneficios terapéuticos, sí podemos afirmar que mejora la resiliencia de las personas y ayuda a disfrutar más de la vida (Forés y Grané, 2012). El docente que entra en el aula con una sonrisa natural tendrá más posibilidades de generar un clima emocional positivo y facilitar así el aprendizaje.

La teoría en la práctica
Para alcanzar la resiliencia, en particular, y la madurez emocional, en general, es imprescindible un cambio de mirada que nos permita reemplazar los pensamientos negativos por positivos. Pues bien, el padre de la nueva Psicología Positiva, Martin Seligman, ha dirigido el Programa de Resiliencia de Penn aplicado en institutos de secundaria, cuyo principal objetivo es el de aumentar la capacidad de los estudiantes para enfrentarse a los problemas cotidianos habituales durante la adolescencia. Los resultados analizados indican que el programa enseña a los estudiantes a ser más realistas y flexibles ante los problemas surgidos, a tomar mejores decisiones, a ser asertivos y, además, reduce y previene la ansiedad, la depresión y los problemas conductuales en los jóvenes (Seligman, 2012).
A continuación, presentamos tres actividades que pueden realizarse en el aula para mejorar la resiliencia:
1) Las tres cosas buenas
El propio Seligman nos aporta un ejercicio utilizado en el plan de estudios de su programa de resiliencia. Se indica a los estudiantes que escriban todos los días tres cosas buenas que les haya sucedido durante una semana, aunque tengan poca importancia. Al lado de cada comentario positivo han de responder a las siguientes preguntas: “¿por qué pasó esta cosa buena?”, “¿qué significa para ti?”, “¿qué puedes hacer para que esta cosa buena se repita en el futuro?” (Seligman, 2012).
2) Superando dificultades
Cada alumno debe elegir un tema que le preocupe y ha de describirlo en pocas líneas. Cada alumno expone su caso y entre todo el grupo se escoge una de las situaciones para trabajar. Se van analizando las dificultades expuestas por el alumno para, entre todo el grupo, encontrar las reacciones más adecuadas y efectivas para superar la dificultad (Güell, Muñoz, 2010).
3) El cine y la resiliencia
Se elige una película que haga referencia a situaciones duras de la vida que se superaron con la actitud adecuada y se analiza. No necesariamente ha de ser una gran película, pero sí ha de permitir el análisis de una determinada situación práctica útil y significativa. Como ejemplo, podemos poner Manos milagrosas: la historia de Ben Carson (Carter, 2009) que relata sin grandes artilugios la vida de Ben Carson, un niño afroamericano  que se crió en los suburbios de Detroit sin grandes esperanzas (a priori) y que, con el esfuerzo de una madre resiliente, acabó siendo uno de los mejores neurocirujanos del mundo.

Conclusiones finales

Como nos explica Cyrulnik en la historia inicial, la superación de una adversidad requiere el encuentro con una persona significativa, por lo que hablar de resiliencia a nivel individual no es adecuado, sino que hemos de hablar de un proceso en el que el niño, el alumno o la persona va creando la resiliencia  a través de su evolución. Desde la perspectiva educativa, la escuela resiliente se ha de caracterizar  por brindar apoyo y afecto (Henderson, Milstein, 2005), pero nuestra responsabilidad reside en cómo afrontamos los problemas, no en los problemas mismos que nos surgen. La aplicación de las premisas que aporta la nueva Psicología Positiva para el desarrollo del bienestar, resulta imprescindible en los entornos socioeducativos resilientes, dentro de un marco de educación emocional global que se nos antoja tanto o más importante que la educación estrictamente académica o conceptual que a menudo se imparte. Desde esta perspectiva optimista, la escuela se impregna de esperanza, alegría, altruismo o creatividad y colabora en el proceso de formación de personas íntegras y felices. Anna Forés y Jordi Grané lo resumen muy bien (Forés y Grané, 2008): “La resiliencia es más que resistir, es también aprender a vivir”.

Publicado por  Profesora: Judelys López
Psicopedagoga de niños, niñas y adolescentes en condición de refugiado del MINAMB.