martes, 14 de junio de 2016

LAS HABILIDADES SOCIALES DESDE LA ORIENTACIÓN DE LA CONDUCTA

HABILIDADES SOCIALES
     Relacionarse: infinitivo presente del verbo “relacionar” que nos indica el hecho de mantener un trato con alguien o algo. Es esta una acción que está presente en el día a día de todos los seres vivos. Así pues, entre animales, plantas, bacterias…existen relaciones diversas con diferentes objetivos que nos llevan a analizar la importancia de mantener ese contacto, aun cuando no exista un razonamiento al respecto. Sin embargo, los seres humanos tenemos la valiosa capacidad de razonar y comprender la importancia de relacionarnos con otros, pero, no siempre lo hacemos de manera efectiva.
     Para relacionarnos de manera efectiva con las personas que nos rodea, existe un repertorio de conductas, que en esencia forman las llamadas habilidades sociales, las cuales, de acuerdo con Ramírez (2013) “son aquellas acciones, pensamientos, emociones que nos permiten relacionarnos de forma sana con otras personas, expresar opiniones personales, pedir ayuda, decir que no en un plano directo y respetuoso”. Es decir, que dichas conductas nos orientan a ser sujetos capaces de mantener relaciones interpersonales nutritivas y eficaces, y nos permiten el libre ejercicio de nuestros derechos, en plena conciencia de que debemos respetar los pensamientos, ideas y creencias de los demás.
     En este sentido, Ramírez (2013) señala que las habilidades sociales pueden representar una fuente de satisfacción o malestar, pues, un buen manejo de las mismas nos puede conducir a relacionarnos con éxito y alcanzar metas en diferentes ámbitos de nuestra vida. Si por el contrario, poseemos un manejo inadecuado de las habilidades sociales tendremos mayor tendencia a sufrir mayores procesos depresivos y ansiosos al no poder controlar este aspecto tan importante en la vida.
     Según Caballo (1986), «la conducta socialmente habilidosa es ese conjunto de conductas emitidas por un individuo en un contexto interpersonal que expresa los sentimientos, actitudes, deseos, opiniones o derechos de ese individuo de un modo adecuado a la situación, respetando esas conductas en los demás y que, generalmente, resuelve los problemas inmediatos de la situación mientras minimiza la probabilidad de futuros problemas».
      Es decir, una persona socialmente hábil manifestará conductas asertivas, por tanto conoce y ejerce sus derechos respetando los derechos de las demás personas. Esto está estrechamente relacionado con la autoestima, la empatía y la inteligencia emocional.
     En este orden de ideas se puede inferir que las habilidades sociales están relacionadas con el funcionamiento cognitivo; asì como los procesos madurativos de las personas. Es por ello que Goldstein las ha distribuido en 6 grupos de habilidades. El primer grupo está referido a las primeras habilidades sociales, las cuales son conductas básicas que generalmente se consolidan las primeras competencias sociales que se requieren para adaptarse al medio. Se adquieren durante los primeros años de vida. El segundo lugar corresponde a las habilidades sociales avanzadas que vas desde pedir ayuda hasta convencer  los demás sobre la certeza de nuestros argumentos. El tercer grupo está relacionado con el manejo y control sobre los sentimientos, que inician desde el reconocimiento de los sentimientos propios y la comprensión de los sentimientos de los demás.
     El cuarto grupo es el que corresponde a las alternativas a la agresión que se refiere a las conductas que deben asumirse ante una situación de violencia o agresión de terceras personas. Son actitudes de resguardo ante el peligro.  El quinto grupo se refiere a las conductas requeridas para hacer frente al estrés que van desde como formular una queja hasta cómo enfrentarse a la presión de un grupo determinado. El sexto y últimos además, corresponde con las habilidades de planificación que abarca desde la toma de decisiones hasta como concentrarse en una tarea, a fin de culminarla.    
     Este conjunto de habilidades, dependerán también de factores como el tipo de crianza, los aspectos familiares en general, las interacciones personales con compañeros, amigos y familia. Una persona con una base familiar débil, poco nutritiva, generalmente presentara déficits en sus habilidades sociales, los cuales según Peñafiel y Serrano (Sf) “tienen como principal consecuencia la manifestación de una serie de comportamientos anómalos, que se pueden englobar en dos categorías: comportamientos agresivos o violentos y comportamientos pasivos o de inhibición”. Es decir, que estos déficits nos llevan a emitir conductas  no operativas y que interfieren en el desarrollo óptimo de la persona.
     Estos déficit pueden ser intervenidos en la consulta de Orientación de la Conducta a través de las técnicas del condicionamiento clásico, las cuales son definidas por Peñafiel y Serrano (Sf) como “todas aquellas técnicas de modificación de conducta basadas en que los estímulos provocan respuestas automáticas”. Algunas de las técnicas que bajo este enfoque se pueden aplicar se encuentra la asociación de estímulos y la conducta refleja: si un estímulo que provoca una conducta, lo asociamos con otro estímulo cualquiera, cuando se produzca este, también se seguirá aquella conducta o una muy parecida.
     De igual modo se puede aplicar la desensibilización sistemática: si un estímulo que provoca ansiedad lo apareamos con una conducta que sea incompatible con la ansiedad, esta disminuirá hasta llegar a desaparecer cuando aparezca aquel.
     De igual manera se pueden aplicar algunas técnicas del condicionamiento operante tales como el reforzamiento y la extinción.
     Otra alternativa para aumentar las habilidades sociales son las técnicas de asertividad, dentro de las cuales se pueden citar:
-        Técnica del acuerdo asertivo: consiste en responder a la crítica admitiendo que se ha cometido un error, pero separándolo del hecho de ser una buena o mala persona.
-        Técnica del disco rayado: consiste en repetir nuestro punto de vista con tranquilidad y sin hacer caso omiso a las veces que sea necesario repetirlo ante las intervenciones de la otra persona.
-        Ofrecer alternativas: se utiliza cuando queremos decir que no a un ofrecimiento. Consiste en proponer algo positivo, que guste a la gente.
-        Técnica de ignorar: consiste en ignorar la razón por la que el interlocutor parece estar enfadado y aplazar la discusión hasta que este se haya calmado.
-        Técnica de la pregunta asertiva: consiste en incitar a la crítica para obtener información que podrá utilizar en su argumentación.
-         Técnica para procesar el cambio: se basa en desplazar el foco de la discusión hacia el análisis de lo que ocurre entre uno mismo y el interlocutor, dejando aparte el tema de la misma.
     Es importante tomar en cuenta que el desarrollo de nuestras habilidades sociales tendrán un impacto positivo en nuestra vida. De ello depende que seamos adultos operativos y felices. Sin embargo, las técnicas a utilizar para potenciar estas competencias, dependerán de las características individuales de las personas, y de la disposición a mejorar este aspecto de su vida. En este sentido, el Orientador de la Conducta podrá brindar un abanico de opciones a fin de lograr mejoras significativas en las relaciones interpersonales de los consultantes, y por ende, en su calidad de vida.



FUENTES


LA ASERTIVIDAD

LA ASERTIVIDAD
El ser humano como unidad biopsicosocial, se encuentra inmerso en un universo de posibilidades e interacciones que le permiten evolucionar y adaptarse a las diferentes situaciones que se le presenten. Así, pues , la necesidad de interrelacionarnos se va supliendo en la medida en la que nos incorporamos en los diferentes espacios: en nuestro hogar, en las reuniones o encuentros sociales, en el trabajo, en las instituciones educativas, etc.
Sin embargo, en muchas oportunidades estas interacciones no son del todo efectivas. Esto debido al poco manejo que tienen algunas personas sobre sus habilidades sociales, las cuales, de acuerdo con lo expuesto por Caballo “es un conjunto de conductas emitidas por un individuo en un contexto interpersonal que expresa los sentimientos, actitudes, deseos, opiniones o derechos de ese individuo de un modo adecuado a la situación inmediata, respetando esas conductas en los demás” (pág. 556)

Un aspecto importante que se encuentra implícito dentro de las habilidades sociales es la asertividad, la cual es definida como “la habilidad para expresar emociones y pensamientos, facilitando actuar en pro de los mejores intereses y derechos, sin infringir o negar los de los demás” (Gil´Adí, 2000:22). Esta definición coincide con la de otros autores, que enfocan el ser asertivo como una aproximación al reconocimiento de los derechos propios, respetando el derecho de las demás personas; además de calificarla como una habilidad; lo cual nos lleva a inferir que esta capacidad puede desarrollarse en la medida en la que nos vamos relacionando dentro de la sociedad.
De acuerdo con los planteamientos anteriores, se puede partir de la interrogante: ¿qué significa ser asertivo?. De acuerdo con lo expuesto por Riso, (2002), una persona es asertiva “cuando tiene la capacidad de defender los derechos, expresar desacuerdos y sentimientos negativos sin dejarse manipular, como hace el pasivo, y sin manipular ni violar los derechos de los demás, como hace el agresivo”. En este orden de ideas se puede afirmar que cuando se es asertivo, se respetan los puntos de vista de las otras personas sin dejar a un lado el criterio propio. De igual modo, la persona asertiva maneja las herramientas personales necesarias para dar respuestas efectivas ante las demandas del entorno.
  
La asertividad, representa además un estilo de comunicación y es el punto medio entre dos estilos: el estilo pasivo y el agresivo; en tanto nos permite expresarnos sin violentar las ideas de las demás personas. Es en si, el punto de equilibrio entre dos formas de comunicarse que no son operativas para desenvolvernos como sujetos socialmente hábiles.

De igual manera, como modelo de interrelación personal, la asertividad consiste en conocer y defender los derechos propios respetando el espacio de los demás (Caballo 2002).

Es importante señalar que la asertividad está vinculada con la inteligencia emocional, la cual es definida por Goleman como “la forma de interactuar con el mundo que tiene muy en cuenta los sentimientos, y engloba habilidades tales como el control de los impulsos, la autoconciencia, la motivación, el entusiasmo, la perseverancia, la empatía, la agilidad mental”. Es decir, que para hablar de asertividad debe haber un proceso de autoconocimiento, dominio y manejo de las emociones y pertinencia n la manifestación de las mismas. Esto nos convierte en personas objetivas y nos permite evitar conflictos innecesarios.

De igual manera, la asertividad se inserta dentro de otros tipos de inteligencia como la interpersonal y la intrapersonal. La primera está referida al reconocimiento de los otros como sujetos de derechos, sus emociones y actitudes y la forma en la que respondemos ante ello. La segunda está referida al autoconocimiento y al dominio propio. En ambos casos, la posibilidad de desarrollar relaciones interpersonales efectivas es alta.

Sin embargo, es importante señalar que la asertividad es una habilidad que puede ser ejercida por una persona dependiendo de sus valores, creencias y sobre todo de la crianza que haya recibido. En el caso de las personas reprimidas o maltratadas durante la infancia, el ejercicio de la asertividad se hace difícil, pues tienden a adoptar actitudes muy pasivas o altamente agresivas ante las situaciones o personas. Esto trae consecuencias adversas para la persona, tales como desvalorización de los propios sentimientos, falta de confianza en si mismo, sentimientos de ser incomprendido, manipulado, sentimientos de culpa, ansiedad, depresión y baja autoestima, estallidos de molestia o ira incontrolada por aguante de situaciones no resueltas e inexistencia de relaciones sociales cálidas (Abrines, 2015).

En este sentido, se puede referir que la ausencia de asertividad nos puede llevar a adoptar conductas actitudes inadecuadas que nos conducen a comportamientos no operativos, y, por tanto interfieren en nuestro desenvolvimiento social y en nuestra adaptación en los diferentes medios.
Por ello es necesario desarrollar actitudes asertivas que nos permitan desempeñarnos como personas operativas, socialmente hábiles. Para ello se plantean algunas técnicas que pueden ayudarnos a desarrollar actitudes asertivas tales como: tener un buen concepto de sí mismo, planificar los mensajes que se pretenden transmitir a los demás; ser educado, guardar las
disculpas para cuando sean necesarias; evitar arrinconar a los demás; nunca recurrir a las amenazas y aceptar la derrota cuando sea necesario.

Cabe destacar que ser asertivo implica también tener pertinencia entre lo que se dice y lo que se hace; es decir, que debe existir correspondencia entre lo que expresamos verbalmente y lo que decimos a través de nuestros gestos. Esto se traduce en una conducta operativa que nos permitirá adecuarnos a la interacción con otras personas. Además, el ser asertivo nos convierte en sujetos tolerantes y equilibrados, capaces de respetar a los otros y con potestad para exigir respeto.

Como futuros Orientadores de la Conducta, debemos manejar técnicas y herramientas para ser asertivos nosotros mismos, y, a la vez, brindar a los consultantes los mecanismos necesarios para que puedan lograr el desarrollo de una conducta asertiva. Para ello podemos utilizar los enfoques de criterio de normalidad, toma de decisiones y objetivos y metas. Sin embargo, se debe comenzar por determinar la base de la conducta poco asertiva a fin de tratar la raíz del problema y conducir al consultante al ejercicio pleno de su personalidad bajo los criterios asertivos necesarios para ser un sujeto operativo.

Fuentes
https://rodas5.us.es/file/8e71edf4-310f-85d3-f039-d6dfd4980301/1/comunicacion_SCORM.zip/page_24.htm
http://servicios.aragon.es/redo_docs/guias_ol/docs/factores_favorecen_casertiva.pdf
https://psicologiaymente.net/inteligencia/teoria-inteligencias-multiples-gardner
https://sobretodolavida.com/2013/07/03/la-inteligencia-emocional-segun-goleman

lunes, 6 de junio de 2016

Las Habilidades Sociales

Habilidades Sociales
     Dentro del amplio espectro que conforma al ser humano, existe una característica única que nos diferencia del resto de los seres vivos, y es que somos seres sociales, que requerimos interactuar con otros para nuestra sobrevivencia. Es esa relación con otros la que nos hace parte de una sociedad, con normas, líderes, ritmos de vida, etc.
     En este sentido, el hombre a lo largo de la historia se ha preocupado – de manera casi inconsciente – de desarrollar ciertas habilidades que le permitan desenvolverse de manera efectiva dentro de un grupo determinado. Así, surge el concepto de habilidades social, las cuales según Caballo  (1993) “Son un conjunto de conductas emitidas por el individuo en un contexto interpersonal que expresa sus sentimientos, actitudes, deseos, opiniones o derechos de un modo adecuado a la situación, respetando esas conductas en los demás y que, generalmente resuelve los problemas inmediatos de la situación mientras minimiza la probabilidad de futuros problemas”
     Esto lleva a inferir que el desarrollo de habilidades sociales está vinculado con la asertividad y el desarrollo de relaciones interpersonales efectivas, en conjunto con la autoestima y los valores propios.
     En este orden de ideas, Goldstein (1980), define las habilidades sociales como un conjunto de habilidades y capacidades (variadas y específicas) para el contacto interpersonal y la solución de problemas de índole interpersonal y/o socioemocional. Estas habilidades y capacidades se aplican en actividades desde básicas hasta avanzadas e instrumentales.
     Así, definir las habilidades sociales se ha convertido en una cuestión de valoración en sí misma. Aunque todavía no se ha concebido una definición de las habilidades sociales que sea generalmente aceptada, las siguientes características son consideradas esenciales para la comprensión de las habilidades sociales:
-  Se adquieren principalmente a través del aprendizaje por: Observación, Imitación,  Ensayo e  Información.
-    Son comportamientos interpersonales complejos, verbales y no verbales, a través de los cuales las personas influimos en aquellas con las que estamos interactuando, obteniendo de ellas consecuencias favorables y suprimiendo o evitando efectos desfavorables.
-        Suponen iniciativas y respuestas efectivas y apropiadas
-         Acrecientan el reforzamiento social.
-         Son recíprocas por naturaleza.
-     La práctica de las habilidades sociales está influida por las características del medio (por ejemplo, especificidad situacional). Es decir, factores tales como la edad, sexo y estatus del receptor/a, afectan la conducta social del sujeto.
-          Los déficits y excesos de la conducta social pueden ser especificados a fin de intervenir.
   

 Clasificación de las Habilidades Sociales
     De acuerdo con las investigaciones de Goldstein (2002), las habilidades sociales se clasifican en cinco grupos:
 Grupo 1: Primeras habilidades sociales

  • Escuchar.
  • Iniciar una conversación.
  • Mantener una conversación.
  • Formular una pregunta.
  • Dar las gracias.
  • Presentarse.
  • Presentar a otras personas.
  • Hacer un cumplido.
  • Empatía
  • Dialogo
Grupo 2: Habilidades sociales avanzadas
  • Pedir ayuda.
  • Participar.
  • Dar instrucciones.
  • Seguir instrucciones.
  • Disculparse.
  • Convencer a los demás.
  • Dar tu opinión sobre lo que piensas al respecto
  • decir no
  • querer siempre
Grupo 3: Habilidades relacionadas con los sentimientos
  • Conocer los propios sentimientos.
  • Expresar los sentimientos.
  • Comprender los sentimientos de los demás.
  • Enfrentarse con el enfado del otro.
  • Expresar afecto.
  • Resolver el miedo.
  • Auto-recompensarse.
Grupo 4: Habilidades alternativas a la agresión
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  • Pedir permiso.
  • Quererse.
  • Compartir algo.
  • Ayudar a los demás.
  • Negociar.
  • Empezar el autocontrol.
  • Defender los propios derechos.
  • Responder a las bromas.
  • Evitar los problemas a los demás.
  • No entrar en peleas.
Grupo 5: Habilidades para hacer frente al estrés
  • Formular una queja
  • Responder a una queja.
  • Demostrar deportividad después de un juego.
  • Resolver la vergüenza.
  • Arreglárselas cuando le dejan a uno de lado.
  • Defender a un amigo.
  • Responder a la persuasión.
  • Responder al fracaso.
  • Enfrentarse a los mensajes contradictorios.
  • Responder a una acusación.
  • Prepararse para una conversación difícil.
  • Hacer frente a las presiones del grupo.
          Cuando una persona presenta déficit en varios de los aspectos señalados en los grupos anteriores, es posible que presente trastornos del espectro autista, como el Síndrome de Asperger. Sin embargo, puede asociarse también a aspectos relacionados con la personalidad del individuo.
     Asimismo, las Habilidades Sociales pueden clasificarse también según el tipo de destreza que se desarrollen, en 3 clases:
Cognitivas
     Son todas aquellas en las que intervienen aspectos psicológicos, las relacionadas con el pensar. Algunos ejemplos son:
- Identificación de necesidades, preferencias, gustos y deseos en uno mismo y en los demás.
- Identificación y discriminación de conductas socialmente deseables.
- Habilidad de resolución de problemas mediante el uso de pensamiento alternativo, consecuencial y relacional.
- Autorregulación por medio del autorrefuerzo y el autocastigo.
- Identificación de estados de ánimo en uno mismo y en los demás.
Emocionales
     Son aquellas habilidades en las que están implicadas la expresión y manifestación de diversas emociones, como la ira, el enfado, la alegría, la tristeza, el asco, la vergüenza, etc. Son todas las relacionadas con el «sentir».
 Instrumentales
     Se refiere a aquellas habilidades que tienen una utilidad. Están relacionadas con el actuar. Algunos ejemplos son:
- Conductas verbales: inicio y mantenimiento de conversaciones, formulación de preguntas, formulación de respuestas, etc.
- Alternativas a la agresión, rechazo de provocaciones, negociación en conflictos, etc.
- Conductas no verbales: posturas, tono de voz, intensidad, ritmo, gestos y contacto visual.

     Las habilidades sociales anteriormente citadas comprenden un extenso conjunto de elementos verbales y no verbales que se relacionan con la emisión de diferentes conductas. De igual modo,  dependen de procesos cognitivos (pensamientos, autocríticas, sentimientos, etc.) para su correcta ejecución. Pero la habilidad social no es meramente una suma de componentes verbales y no verbales unidos a procesos cognitivos, sino que supone un proceso interactivo de combinación de estas características individuales en contextos ambientales cambiantes.

sábado, 28 de mayo de 2016

LA ACTITUD COMO MANIFESTACIÓN DE LO QUE SOMOS

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     Todos los seres humanos, desde el momento de su gestación, poseen una carga socioafectiva que va desarrollándose a lo largo de la vida y se encuentra estrechamente ligada con la personalidad del individuo y su manera de afrontar las diferentes situaciones que se presenten a lo largo de la vida. A su vez, esa manera de accionar está influenciada por nuestras ideas, valores, conocimientos previos, considerando que existe también una base genética para ello.
     De acuerdo con lo expuesto anteriormente, cada persona posee un constructo de características que determinan el carácter de los sujetos, que van desde la fisiología propiamente dicha, hasta los conocimientos y experiencias previas. De todo ello, deriva la concepción de actitud, la cual, según Rodrìguez (1977), “es una organización duradera de creencias y cogniciones en general, dotada de una carga afectiva a favor o en contra de un objeto social definido, que predispone a una acción coherente con las cogniciones y afectos a dicho objeto”. Es decir, que la actitud, implica una reacción ante un estímulo o situación específica en un momento determinado, por lo cual se puede asume que actitud y conducta son elementos vinculados entre sí.
     En este sentido, han sido diversos los estudios y escritos con respecto a la actitud. De hecho, se ha tomado la actitud como punto de partida para el análisis de la conducta humana, pues, las actitudes son el reflejo de nuestra forma de ser, de ver el mundo y se manifiestan en nuestro accionar.
     Vallerand, señaló en 1994 que la actitud puede ser identificada de la siguiente manera:
a) es un constructo o variable no observable directamente; b) implica una organización, es decir, una relación entre aspectos cognitivos, afectivos y conativos; c) tiene un papel motivacional de impulsión y orientación a la acción -aunque no se debe confundir con ella- y también influencia la percepción y el pensamiento; d) es aprendida; e) es perdurable; y, f) tiene un componente de evaluación o afectividad simple de agrado-desagrado.

    Es decir, que la actitud puede ser o no observable y está determinada por factores intrínsecos y extrínsecos que implican procesos fisiológicos, cognitivos, afectividad y experiencias sociales. Ejemplo de ello es la actitud asumida por un estudiante de educación especial, con una condición de autismo que manifiesta una actitud agresiva ante determinadas situaciones de estrés y presión social. Es evidente que hay un componente fisiológico en donde existe una alteración neurológica que determina la condición de autismo, sumado a la falta de control y manejo emocional que pueda tener, sus limitados intereses en cuanto a la manifestación del afecto o rechazo ante personas y situciones, todo esto sumado  a un escenario en el que el estudiante no se siente “cómodo”, llevan a que deriven el él ciertas conductas y actitudes que para el entorno social son inadecuadas, pero, que en él como sujeto, representan un mecanismo de defensa ante la situación que le desencadena estrés.
     En el ejemplo anterior se evidencia cómo se conjugan diferentes elementos para dar paso a que se manifieste una actitud determinada.
     Además, otros dos aspectos que se suelen integrar en los fenómenos actitudinales son: a) su carácter definitorio de la identidad del sujeto; y, b) el ser juicios evaluativos, sumarios accesibles y archivados en la memoria a largo plazo (Zimbardo y Leippe, 1991). Es decir, que además de derivar de los elementos fisiológicos, emocionales y sociales, la actitud permite inferir acerca de la personalidad de un sujeto.
     Ejemplo de ello es el de aquellas personas que no se ríen ante un chiste, que para la mayoría puede ser gracioso. La seriedad ante la situación de chiste, es una actitud, y quienes rodean al sujeto en ese momento podrían pensar que está de mal humor, pero quien lo conoce, simplemente entenderá que es una persona seria, y eso puede observarse en la actitud asumida en ese momento.
     De acuerdo con los conductólogos, las actitudes pueden ser condicionadas. Según el paradigma del condicionamiento instrumental, una respuesta que forma parte del repertorio comportamental del sujeto puede ser reforzada. Así, aquellas respuestas que vengan acompañadas de consecuencias positivas para el sujeto tenderán a ser repetidas en mayor medida que aquellas que conduzcan a consecuencias negativas (Stroebe y Jonas, 1996).
     Un estudio clásico es el de Verplanck (1955) que encontró que el refuerzo verbal a través del reconocimiento diferencial de las opiniones de los sujetos producía una mayor frecuencia de declaraciones de opinión cuando éstas eran reforzadas positivamente.
     De acuerdo con lo planteado, las personas, pueden adecuar sus actitudes y adaptarlas a fin de asumir una postura operativa dentro de su entorno inmediato.
     De igual modo, es importante referir que las conductas están vinculadas a otros aspectos caracteriales como son: los valores, las opiniones, las creencias y los hábitos. En el primer caso, la relación actitudes – valores, nos permiten apreciar de manera positiva o negativa los acontecimientos que nos rodean. En el segundo caso, actitudes – opiniones nos permite emitir conceptos de acuerdo o desacuerdo ante diversos planteamientos. En el tercer caso actitudes – creencias consiste en el ejercicio de una actitud respondiendo a una convicción específica con respecto a un objeto o a una realidad; y la última relación actitudes – hábitos, se refiere a que tanto los hábitos como las actitudes son relaciones conscientes, aunque los últimos trascienden del ejercicio consciente al ejercicio mecánico de una acción determinada.
     Para concluir, es importante señalar que nuestras actitudes influyen directamente en nuestro proceso de socialización, en el ejercicio profesional, en el resguardo y cuidado personal; en fin, en todas las dimensiones de nuestra vida. Una actitud adecuada y positiva, nos permitirá ser adultos operativos y asertivos, con habilidades sociales que nos conduzcan al éxito personal.

 
    
FUENTES



jueves, 19 de mayo de 2016

EL CEREBRO Y LAS ADICCIONES


EL CEREBRO Y LAS ADICCIONES
     El ser humano es conocido dentro de la biodiversidad como el único ser vivo racional y pensante, influenciado por elementos internos como la genética y la fisiología y externos, como la religión, la sociedad, los valores, etc. En este sentido, existe dentro de la complejidad del cuerpo humano, un órgano, cuyas funciones representan el eje central del funcionamiento del organismo: El cerebro, el cual es definido por la Universidad Javeriana de Bogotá  como “una muy compleja maquinaria biológica que contiene millones de neuronas”. Se puede complementar este concepto con el descrito por el Dr Alzina (2011) quien señala que “el cerebro es el soporte físico a través del cual se objetivan las funciones de la mente, y se expresan, según los casos, diferentes grados y profundidades de conciencia”. En este sentido, se infiere que esta compleja estructura es la responsable de nuestras acciones conscientes –e inconscientes-; y por tanto influye en nuestro funcionamiento físico, emocional y social.
     Es importante señalar, que este órgano no funciona de manera independiente, sino que forma parte del Sistema Nervioso Central, que, según la medicina “es el entramado de tejidos que se ocupa de capturar y procesar estímulos para que el cuerpo pueda concretar una interacción eficaz con el medio ambiente”; permitiendo afirmar que es este sistema el encargado de recibir los estímulos del entorno, y permitirle al organismo reaccionar ante ellos. Este importante sistema, está constituido por otros órganos de vital importancia, como lo son: el cerebelo, la médula espinal y el bulbo raquídeo, los cuales, conjuntamente con el cerebro, cumplen una serie de funciones de vital importancia para el hombre. Dentro de este sistema, se dan además algunas funciones químicas que influyen en el correcto desempeño del sujeto dentro de su entorno social, además de ser indicadores del funcionamiento óptimo del organismo.
     Pese a ser de vital importancia los aspectos anteriormente mencionados, el tema que nos ocupa, es el referido al cerebro en sí y su relación con las diferentes adicciones a las que está expuesto el hombre (y la mujer) en la actualidad.
    En primer lugar, es necesario definir lo que son las adicciones. De acuerdo con el Instituto Mexicano del Seguro Social, La adicción “es una enfermedad primaria, crónica con factores genéticos, psicosociales y ambientales que influencian el desarrollo del sujeto. La enfermedad es frecuentemente progresiva y fatal”. Como se evidencia en la anterior definición, la adicción es considerada una patología ya que generan en las personas una dependencia parcial o total de alguna sustancia. En este sentido, Guerrero afirma que únala adicción “es enfermedad crónica caracterizada por la búsqueda y el uso compulsivo de una sustancia a pesar de saber los daños que ocasiona”.  De igual modo, el IMSS señala que para una adicción ser calificada como tal, debe cumplir con los siguientes parámetros: episodios continuos o periódicos de  descontrol sobre el uso; uso a pesar de consecuencias adversas, y distorsiones del pensamiento, siendo la más notable la negación. Es decir, que la persona adicta, puede o no tener conciencia sobre su adicción, sin embargo tendrá dificultad para aceptar que tiene un problemas de salud mental y física; situación que por sí mismo no puede resolver; requiriendo, en la mayoría de los casos ayuda profesional para superar o controlar su adicción.
     En segundo lugar, el cerebro de una persona adicta presenta ciertas diferencias con el cerebro de una persona que no presenta ningún tipo de dependencia a alguna sustancia. En este sentido, Guerrero explica que el cerebro empieza a adaptarse a la sustancia y aparecen los primeros signos de dependencia. La adicción se considera una enfermedad del cerebro, porque las drogas modifican la química, la estructura y el funcionamiento de ese órgano generando impacto en todas las dimensiones de la vida del sujeto.
     Existen investigaciones que muestran que la tolerancia a las drogas u otras sustancias pueden generar cambios muy profundos en las neuronas y en los circuitos cerebrales. De acuerdo con lo expresado por la Casa Caixa, las drogas actúan sobre el sistema límbico, que está en la parte más interna del cerebro, y provocan una sensación artificial de placer. Sin embargo, el cerebro no está preparado para recibir estos estímulos. El uso repetido de drogas afecta al funcionamiento del sistema límbico e inicia el proceso de adicción.
     Las consecuencias se dejan sentir también en el córtex, y afectan al control racional de la conducta. Al llegar a este punto, la adicción se consolida.
     En este sentido, Casa Caixa señala que el córtex cerebral se encuentra en la superficie del cerebro y es la estructura de mayor importancia, y para el control de la conducta. El sistema límbico se encuentra en capas más profundas del cerebro y es responsable del control de la vida instintiva y emocional. Por lo tanto, los mecanismos de autocontrol ante la necesidad del consumo de las sustancias, así como de los efectos de estas sobre el comportamiento se ven disminuidos.
     En palabras más sencillas, el sistema límbico es el responsable del inicio de las adicciones. Las primeras dosis de droga estimulan los centros de recompensa en el sistema límbico y producen un efecto placentero. Sin embargo, la administración repetida de una droga produce cambios en el sistema límbico que alteran los circuitos cerebrales de recompensa (Casa Caixa, 2016).
     De igual modo, el córtex desempeña un papel clave en la consolidación del proceso adictivo. La actividad del córtex disminuye de manera progresiva durante el consumo repetido de drogas, de modo que se produce una pérdida del control racional que ejerce esta estructura sobre la conducta (Casa Caixa, 2016).
     En este sentido, se puede afirmar que el impacto del consumo de drogas sobre el cerebro se hace evidente en la conducta social del sujeto. Una persona que se encuentra frecuentemente bajo los efectos de alguna sustancia, tiende a ejercer conductas no operativas, que afectan su adaptación en el entorno inmediato, así como sus relaciones interpersonales. De hecho, existen drogas que tienen fines terapéuticos, que, consumidas con moderación, coadyuvan al tratamiento de enfermedades específicas. Sin embargo a largo plazo, pueden generar dependencia a las mismas.
     De acuerdo con lo explicado por Manes (2014), uno de los descubrimientos más notables de las neurociencias ha sido la determinación de los circuitos de recompensa, los cuales son mecanismos de placer que involucran diferentes regiones cerebrales que se encuentran comunicados mediante los neurotransmisores, tal como la dopamina, que es el neurotransmisor involucrado en la motivación, el placer, la memoria y el movimiento, entre otras funciones.
     El mismo autor refiere que en el cerebro, el placer se produce a través de la liberación de la dopamina en el "núcleo accumbens", una región a la cual los neurocientíficos llaman el "centro de placer del cerebro". Justamente la acción de una droga adictiva funciona a partir de la influencia en ese sistema.
     Es importante resaltar que, muchas personas adictas, conocen los efectos nocivos de las drogas sobre su organismo. Tienen conciencia del daño físico, social y emocional que la acción de consumir dichas sustancias, tiene sobre su vida. Sin embargo continúan el consumo, siendo cada vez más tolerantes a las dosis administradas, las cuales, generalmente van aumentando en la medida en la que el efecto deja de sentirse con la misma intensidad que al principio. Es decir, que si un sujeto consumía unos pocos gramos de cocaína al día, pasado el tiempo, requerirá mayores dosis en periodos de tiempo más cortos para generar el efecto deseado.
     Los efectos que provocan las drogas son diferentes sobre nuestro sistema nervioso según los distintos tipos de drogas consumidas: unas son excitantes y otras, depresoras; unas aceleran nuestro funcionamiento mental, con el riesgo de aumentar los errores, y otras lo lentifican o lo distorsionan; otras producen alucinaciones o cambios en la percepción de la realidad.
          Un aspecto importante que debe señalarse es que el período de mayor vulnerabilidad para el inicio en el consumo de drogas es la adolescencia. En este sentido, la Dra. Medina afirma:  “toda la parte del cerebro que es responsable del juicio, raciocinio y control de la conducta se desarrolla hasta los veintitantos años. Como los adolescentes suelen tomar sus decisiones a partir de las emociones y no del juicio y el raciocinio, es más probable que abusen de las sustancias”. De igual modo señala que el problema principal es que en esa etapa de desarrollo el cerebro es mucho más vulnerable. La adolescencia es una época en la que se están desarrollando todas las conexiones y exponer el cerebro a las drogas a esa edad tiene consecuencias mucho más dañinas.
     En este orden de ideas, se puede afirmar que en la edad adulta, los efectos del consumo de drogas suelen ser menos agresivos que durante la adolescencia. Muchos de estos jóvenes que se inician en el consumo de drogas antes de finalizar la pubertad, suelen tener mayores dificultades para superar su adicción.
     Una de las áreas del cerebro que continúa madurando durante la adolescencia es la corteza prefrontal—, la parte del cerebro que nos permite evaluar situaciones, tomar decisiones acertadas y mantener nuestras emociones y deseos bajo control. El hecho de que esta parte crítica del cerebro de los adolescentes esté todavía en progreso los expone a un mayor riesgo de tomar malas decisiones, como probar drogas o seguir consumiéndolas. Además, la introducción de drogas durante este período de desarrollo puede causar cambios en el cerebro que tienen consecuencias profundas y duraderas (Instituto Nacional del Abuso de Drogas).
     En conclusión, es mucho el material existente en sobre el consumo de drogas y su relación con el cerebro. Sin embargo se puede apreciar una síntesis de los aspectos de mayor relevancia en cuanto a esta problemática que tanto afecta a la sociedad desde épocas pasadas.
     Siendo el cerebro, el centro de muchas de nuestras funciones; la alteración que se produce en su estructura y su composición química a raíz de la administración no controlada de diversas sustancias, desencadena una serie de consecuencias que inciden en todas las dimensiones de la vida. Sin embargo, este es un problema que tiene solución, ya que las adicciones, afortunadamente pueden ser tratadas, considerando que en sí, son conductas aprendidas, y todo aquello que se aprende, se puede desaprender, siempre y cuando la fuerza de voluntad, sumada a un adecuado abordaje médico y psicológico, de la mano con el apoyo familiar; se hagan presentes de manera oportuna, y no cuando la adicción ya ha consumido la vida de la persona dependiente.




FUENTES CONSULTADAS
http://www.hablemosdedrogas.org/es/lasdrogasfenomenosocial
http://www.comoves.unam.mx/assets/revista/177/el-cerebro-adicto.pdf
http://www.lanacion.com.ar/1664901-el-cerebro-adicto

Profesora Leidy Hernàndez